martes, 17 de enero de 2012

Resumen de estos dos meses en Kin

Kinshasa es famosa por la cantidad de personas que se ve por las calles. Los barrios de Masina y Kingasani son conocidos como la “China Popular” por la cantidad de gente que hay por todos sitios. Cruzar la calle se convierte en toda una experiencia en la que hay que saber combinar audacia, rapidez y prudencia. Kinshasa ya se acerca a los diez millones de personas y es una ciudad muy extensa porque no hay muchos edificios de muchas plantas.

Sin embargo, a partir del 28 de noviembre y hasta mediados de diciembre, todo este panorama cambió. El 28 de noviembre, el día de las elecciones no se veía circular casi ningún vehículo. Los taxis (imprescindibles para los desplazamientos debido a la extensión de la ciudad) no se veían, ni se escuchaba la voz del ayudante gritando los puntos de llegada: “Zando! Victoire! DGC! Pompage! Gambela!...”

El día de las elecciones salí para dar una vuelta y me encontré a bastante gente desorientada. En su Tarjeta Electoral figuraba el nombre de un colegio electoral, sin embargo cuando llegaban, encontraban que estaba cerrado y que tenían que ir a otro sitio. Había quejas, comentarios de desaprobación, “quieren marearnos para que no votemos”, “¿Dónde hay que ir?” “¿Seguro que han trasladado también mi nombre?” Hubo personas que pasaron más de cuatro horas buscando su colegio electoral hasta que al final pudieron votar.

Otros no tuvieron ni tan siquiera esa suerte. Después de haber buscado su colegio electoral no encontraron su nombre en las listas. Y se tuvieron que volver a casa cansados de caminar y enfadados porque les parecía que les habían tomado el pelo.

En general, en Kinshasa, el día de las elecciones, el lunes, fue más o menos tranquilo. Sin embargo, el sábado, el día de cierre de la campaña, hubo muchos problemas. Tres candidatos tenían que hacer el cierre de campaña en Kinshasa y ninguno de los tres pudo hacerlo: Kabila, Tshisekedi y Kamerhe. Hubo enfrentamientos entre sus seguidores y la policía los reprimió brutalmente. Aunque no ha habido hasta la fecha un reconocimiento oficial, Human Rights Watch denunció que había habido 18 muertos y un centenar de heridos graves. Según esta ONG, el autor de estos asesinatos fue la Guardia Republicana del Presidente.

Ese sábado fue un día muy tenso. A Tshisekedi se le impidió salir del aeropuerto para entrar en la ciudad y hacer su cierre de campaña. Sólo le liberaron a partir de las doce de la noche, cuando ya no estaba permitido hacer campaña. Y, para justificarlo, el gobernador de Kinshasa dijo que debido a los incidentes que habían tenido lugar durante el día, se suspendían todos los actos previstos de cierre de campaña.

La verdad es que el sábado fue un día complicado. Carine me llamó por teléfono para conocer la situación en nuestra parte de la ciudad. Le dije que aquí todo estaba tranquilo. Ella me llamaba acostada en el suelo. Llevaba más de dos horas en esa posición junto a su madre y a su hermana mayor porque los tiros se escuchaban muy cerca y no sabían si disparaban hacia lo alto o si había alguna bala perdida que podía entrar en la casa.

Esta fue la situación que se vivió en gran parte de la ciudad de Kinshasa. La semana siguiente a las elecciones los niños y niñas seguían sin ir a la escuela y había muy pocos coches y taxis circulando. Se vivía una calma tensa. Todos estaban a la expectativa de lo que podía desencadenarse en cualquier momento. Las imágenes de Abidjan venían a nuestra memoria con su reguero de muertos, heridos, desplazados y tanto sufrimiento gratuito e inhumano para buscar un poco de agua o para poder comer algo. Nadie quería revivir esas escenas. Pero tampoco se veía muy claro hacia dónde nos dirigíamos.

El sábado vinieron unos niños a casa. Yo me quedé sorprendido porque hacía casi una semana que nadie venía a visitarnos. Estaban hartos de quedarse en casa. Llevaban más de dos semanas sin clase y ya no sabían qué hacer. Así que decidieron hacernos una visita para al menos hacer algo y salir de casa. Eso me hizo darme cuenta del retraso escolar que podría acarrear toda esta situación. Cuando se habla de guerra o conflicto se contabilizan sólo las víctimas, los heridos y los daños materiales pero pocos hablan de los niños que no pueden seguir los estudios, de los universitarios que han pagado unas tasas y que pueden ver declarado nulo el año académico. Por no hablar de los que clara y llanamente abandonan los estudios y se lanzan a un mundo laboral incierto y sin haber hecho una opción personal.

Los días fueron transcurriendo y la Comisión Electoral Nacional Independiente (CENI) empezó a ir haciendo públicos los resultados según el porcentaje escrutado. En el ambiente flotaba un aire de decepción. Muchos congoleños y congoleñas tenían la impresión de que les habían estafado, de que les habían tomado el pelo. Estaban desanimados. No era difícil escuchar comentarios como: “Se han reído de nosotros. No voy a votar nunca más en mi vida”. La gente había hecho muchos esfuerzos. Para conseguir la tarjeta electoral habían tenido que ir varios días al colegio electoral y soportar filas enormes. El día de las elecciones, las personas habían ido vagando de un lado a otro hasta finalmente saber dónde podían votar. Y todo esto en una ciudad en la que se vive al día, donde no se tiene la oportunidad de ahorrar, donde uno no puede permitirse el lujo de pasar dos días haciendo una cola para obtener una tarjeta electoral.

Es cierto que el país ha financiado el 80% del gasto electoral y que han recibido una ayuda externa que sólo asciende al 20% del total. Pero todos esos esfuerzos parecían desvanecerse a medida que se iban proclamando los resultados y uno se iba dando cuenta del pucherazo memorable que se estaba organizando.

Finalmente, llegó el 14 de diciembre, el día de la proclamación de los resultados provisionales tras el 100% escrutado. En principio, tendría que haber sido el 8 de diciembre pero entre una cosa y otra fueron atrasando la fecha. Era un viernes. La ciudad estaba completamente desierta y yo volvía del trabajo. Eran las dos de la tarde. Un trayecto que normalmente hago en más de una hora, esta vez no me costó más que diez minutos. Llegué a casa y me encontré a toda la comunidad del Teologado delante de la televisión. El anuncio era inminente. Finalmente, a las tres de la tarde empezaron a dar los resultados empezando por unos discursos interminables que incluso hacían referencia a Dios todopoderoso. A continuación empezaron a dar los resultados… ¡por regiones según la cantidad de votos de cada candidato! Yo creo que pasó más de una hora hasta que empezaron a dar los totales. ¡Increíble!

Pero fue todavía más increíble constatar que lo que se temía era sancionado por la autoridad de la Comisión Electoral Nacional Independiente. Había una diferencia de tres millones de votos entre Kabila y Tshisekedi. En las provincias donde Kabila había ganado, el porcentaje de participación se acercaba… ¡al 95%! Para evitar disturbios, el ejército, la guardia republicana y el ejército habían copado las zonas estratégicas de la ciudad. Uno tenía la impresión de vivir en estado de sitio. Incluso había tanques al lado de las calles y coches que lanzaban agua caliente allí donde se reunía un grupo numeroso.

Los intentos de manifestación y de repulsa eran reprimidos al instante. El derecho a manifestarse se vio disminuido a la mínima expresión. De hecho, el gobierno había impedido la transmisión de SMS con las cuatro compañías que copan el mercado congoleño. De hecho, durante casi más de un mes, nadie en la RDC podía enviar mensajes de SMS. Sólo se podían recibir si venían del exterior. Todo esto dificultaba la capacidad para convocar manifestaciones ya que hay muy pocas personas que tienen acceso cotidiano a internet y no se podía convocar a través de las redes sociales.

Un dato significativo: ni tan siquiera Kabila convocó a sus seguidores para agradecerles el apoyo que le habían mostrado durante el proceso electoral. Es la primera vez en mi vida que veo que el ganador de las elecciones no hace declaraciones públicas hasta yo creo… ¡diez días después de la publicación de los resultados! Y nada de grandes convocatorias, un comunicado institucional leído y punto.

Todos manifestaron su desacuerdo con las irregularidades del escrutinio de las elecciones: los candidatos, los partidos políticos, la sociedad civil, la iglesia católica, las ONGs internacionales, la comunidad internacional, el Centro Carter, los ministros de exteriores de los gobiernos… Había un aire de tristeza en toda la ciudad. Quizá Tshisekedi no había ganado las elecciones en todo el país pero ciertamente, estaba claro, que Kabila no había ganado con la diferencia que mostraba los resultados finales.

Durante las semanas siguientes la ciudad siguió sitiada pero poco a poco se iba recuperando el ritmo de la ciudad y la gente salía a la calle, los niños volvían a la escuela, los taxis circulaban, las mamás se sentaban delante de sus pequeños comercios…

Se abrió una semana en la que se podían presentar recursos a los resultados en la Corte Suprema de Justicia. El único candidato que lo intentó fue el que quedó en tercera posición, Vital Kamerhe. Pero su recurso fue rechazado por defecto de forma y no fue tenido en cuenta. La rabia aumentó pero sólo se hacía pública por comunicados, si se salía a la calle para expresarla no se podía asegurar que la persona volvería a casa.

Y finalmente llegó el día de la toma de posesión del presidente. Lo hizo Kabila en una celebración a la que tuvieron acceso sólo diplomáticos y una representación de sus seguidores. El único jefe de estado presente fue Robert Mugabe, el presidente de Zimbabwe. Ni tan siquiera sus aliados tradicionales como Kagame, de Ruanda, o, al menos, Bongo, el presidente de Congo-Brazzaville que vive a menos de tres kilómetros de Kinshasa. Sólo Mugabe. El resto de personalidades fueron los embajadores de los distintos países presentes en la capital porque el ministro de comunicación había informado que el embajador que faltara a la cita sería declarado persona “non grata” y tendría lógicamente que abandonar el país.

Como ya estábamos en vísperas de Navidad, hay que reconocer que este año no había ningún ambiente de fiesta y de desearse un feliz año nuevo. Si se lo deseabas a alguien, te miraba con una cara como diciendo pero lo dices en serio o estás riéndote de mí.

La realidad se complicó aún más cuando Tshisekedi anunció que iba a proclamarse presidente del país y que daría una recompensa a quien le trajera detenido a Kabila. El ejército, la guardia republicana y la policía montaron un dispositivo que hacía imposible que Tshisekedi pudiera desplazarse al estadio de fútbol de la ciudad, lugar en el que había convocado a todos sus seguidores. Así que lo hizo en el jardín de su casa, rodeado de un grupo de seguidores. Ya que al resto les resultó imposible acercarse al estadio o, al menos, a la casa de Tshisekedi.

De hecho, a día de hoy Tshisekedi sigue en su casa rodeado de guardias. Desde el gobierno, se niega que esté en arresto domiciliario, pero lo cierto es que desde las elecciones no se ha movido de su casa y ya han pasado casi dos meses.

Para continuar con los excesos, al gobierno de Kabila no le gustó que “Radio France Internationale” se hiciera eco de “los dos discursos” que hicieron tanto Kabila como Tshisekedi durante las fiestas de Navidad. Así que cerraron la señal de la RFi durante casi tres semanas como acto de protesta institucional. Bueno, no era la primera vez, desde el 26 de julio de 2008 habían hecho lo mismo pero durante 15-16 meses yo creo porque decían que la RFI “desanimaba al ejército congoleño con las informaciones que daba”.

Esta es la situación en la que estamos en la actualidad, como me dijo un congoleño “con dos presidentes autoproclamados, uno autoproclamado por un escrutinio amañado; y otro, autoproclamado, por él mismo”. Ciertamente, esta situación no beneficia al país porque un poder débil sólo beneficia a los operadores económicos para seguir explotando las riquezas mineras a sus anchas. Sin embargo, el pueblo sigue sufriendo la falta de un compromiso serio del poder en el ámbito social.

El gobierno ha hecho un esfuerzo por reparar las calles y ensancharlas en la capital. Ha reparado carreteras que ya existían pero no ha llegado a asfaltarlas con lo que con las lluvias tropicales, dentro de un año todo volverá a estar destruido. Se puede decir que han hecho un esfuerzo en infraestructuras pero los funcionarios siguen sin cobrar todos los meses, siguen sin tener un salario justo. Un policía cobra unos 35 € al mes. ¿Qué se puede esperar que haga un padre de familia que cobra ese salario al mes? Y cuando vas al médico tienes que pagar hasta los guantes que van a utilizar.

La situación es insoportable. ¿Hasta dónde llegará la paciencia congoleña? Los obispos han denunciado la situación y ahora se teme que haya represalias. Por ejemplo, yo voy a celebrar los domingos a Makala, la prisión central de Kinshasa. Nunca me habían cacheado pero desde que los obispos emitieron su comunicado, ahora cada domingo nos cachean. ¿Será la denuncia de los obispos la que habrá despertado este celo en el trabajo de los funcionarios de prisiones?

Parece ser que, en secreto, hay conversaciones para llegar a un acuerdo que pueda satisfacer la verdad y la justicia. Nadie quiere un nuevo derramamiento de sangre en la RDC pero tampoco se puede uno quedar mirando para otro lado como si nada hubiera pasado.

Y, sin embargo, esto no es más que una parte de lo que ha pasado en estos dos meses. Al mismo tiempo que se celebraron las elecciones a la presidencia de la república, se llevaron a cabo las elecciones legislativas. Para este escrutinio sí que solicitaron la ayuda de algunos expertos estadounidenses y europeos. ¡¡¡Los candidatos sólo eran 18 000!!! Imaginaos a la gente buscando el nombre de la persona que quiere votar en una especie de revista con fotos y nombres de 18000 personas. Desde luego, creo que fue una tarea titánica.

Pues bien, dos meses después todavía no se sabe el resultado de las legislativas, es decir, quienes han salido elegidos para ocupar los 500 escaños del Parlamento. ¿Estarán llegando a un acuerdo entre los partidos para que haya una mayoría de la oposición en esta institución y se acepte a Kabila como presidente de toda la RDC? No lo sé, pero lo cierto es que este país necesita un gobierno fuerte que pueda hacer frente a los depredadores exteriores e interiores que sobrevuelan en círculo sobre sus riquezas minerales, fluviales y forestales.

La RDC posee el segundo pulmón de la tierra tras la selva amazónica, el segundo río con más caudal del mundo tras el Amazonas, la mitad de las reservas mundiales de cobalto (empleado en la industria aeronáutica), el 4º productor mundial de diamante en bruto, el 75% de las reservas mundiales de coltán (empleado en la fabricación de teléfonos móviles), etc. Se ha llegado a evaluar la riqueza del sector minero en 24 000 millones de dólares americanos, o lo que es lo mismo, el PIB de Europa y Estados Unidos juntos. ¿A quién le seguirá interesando que la RDC siga postrada?

Esperemos que las autoridades puedan llegar a un acuerdo para que toda esta riqueza no beneficie sólo a una clase sin escrúpulos y a unos comandantes del ejército o de grupos rebeldes sino que cada congoleño y cada congoleña pueda ser protagonista de su presente y pueda tener la oportunidad de proyectar un futuro viable y realista.